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martes, 24 de marzo de 2020

Efectos e impactos del COVID-19 para el caso peruano

El shock de COVID-19 está generando una conocida ralentización de los flujos de capital en mercados emergentes. En el pasado, los costos de alta volatilidad y cambios salvajes en todos los mercados para América Latina y el Caribe han sido significativos, por lo que en esta oportunidad es necesario hacer una visión prospectiva para entender las eventuales consecuencias - tomando las medidas oportunas que correspondan- particularmente en el caso peruano.
Por citar a la parada súbita, ésta ocurre cuando el financiamiento externo del que disponen los países prestatarios se interrumpe bruscamente, obligando a una reversión en el saldo de la  cuenta corriente de la balanza de pagos, de déficit a superávit, o al menos a un punto de equilibrio. A finales del año 2019, la región de América Latina y el Caribe mostraba condiciones iniciales vulnerables en términos de equilibrio fiscal, grado de dolarización de pasivos, y disponibilidad de reservas internacionales haciendo que algunos países sean más vulnerables que otros.
En ese sentido, los operadores deben permanecer enfocados no sólo en los aspectos técnicos, sino en la forma en que los noticias y rumores pueden causar cambios repentinos en los mercados influenciados por la diseminación del COVID-19.
Es necesaria aplicación de políticas coordinadas para enfrentar al COVID-19

Efecto del deterioro de otros indicadores


Los resultados obtenidos al noveno día de cuarentena ( de los 15 días impuestos) en territorio peruano, vienen arrojando progresos iniciales en un país con diversas realidades determinadas por su geografía, clima, cuencas, así como diversidad de factores demográficos y sociales que alcanzan a 32 millones de habitantes.
El impacto del COVID-19 en zonas urbanas nucleadas y las zonas rurales dispersas  son distintas en la medida de sus particulares estados de situación. La diferencia sustantiva se evidencia en el nivel cultural y de vulnerabilidad alcanzada por las grandes ciudades y en particular su capital, la ciudad de Lima donde se focalizan hasta la fecha siete de cada diez casos identificados positivamente con el virus.
Es probable que estas cifras iniciales se modifiquen un tanto al mejorar el diagnóstico en los casos confirmados con el COVID-19, pero no modificarán su tendencia de ciudad extremadamente vulnerable a desastres epidémicos y potenciales sismos. Otras ciudades intermedias de la costa peruana siguen a la capital peruana en su nivel de vulnerabilidad, especialmente en la costa norte donde la falta de agua, carencia de combustible intradomiciliario y elevada temperatura ambiental-algunas localidades alcanzan 36 ° C - dificultan el nivel de cumplimiento de la cuarentena.
La administración peruana, se encuentra atendiendo esta debilidad al fortalecer el sector salud con recursos humanos, equipamiento y logística para el eventual aumento de casos que necesitaran atención hospitalaria.
El tema entonces pasa por el daño que viene causando el rumor de una posible ampliación de cuarentena con toque de queda en todo el país, lo que sin haberse ampliado, ya empieza a resquebrajar una disciplina que la gran mayoría de ciudadanos en Perú viene acatando, que en la praxis no es de cumplimiento similar en todo el territorio por las consideraciones antes expuestas.

Impactos después del COVID-19 

Las noticias y evaluación de acontecimientos acompañan el antes, durante y después de los desastres, el paso del COVID-19 no será la excepción. Perú - sin perjuicio de su frontal lucha contra la corrupción- tiene fortalezas y debilidades que atender, ya que es el segundo productor global de cobre. En 2019, se generaron 2.45 millones toneladas métricas, también fue el segundo productor de plata (3,860 toneladas) y el séptimo de oro (128.4 toneladas); el precio internacional del cobre es de tendencia a la baja,  asimismo el precio del petróleo se desploma -Perú efectuó importantes inversiones en este sector-, mientras el oro alcanza brevemente su máximo de hace siete años a modo de protección de capitales ante el pánico en los mercados que generó la caída de importantes bolsas mundiales.
El 9 de febrero del 2020, mediante Decreto Supremo N° 004-2020-SA , el gobierno peruano declaró en Emergencia sanitaria por 90 días calendario a Loreto, Madre de Dios y San Martín (Amazonía peruana) por brote epidémico de Dengue, que al 10 de marzo del 2020 se notificó la existencia de 12,288 (entre posibles casos y confirmados) con 22 muertes.
Con Decreto Supremo N° 008-2020-SA del once de marzo se declaró emergencia sanitaria por 90 días para prevenir y controlar el COVID-19 y el quince de marzo se decretó Estado de Emergencia Nacional disponiendo una serie de medidas entre las que destaca el aislamiento social obligatorio en todo el territorio peruano.
El Perú tiene el 14% de los casos estimados de tuberculosis en la Región de las Américas; Lima Metropolitana y el Callao notifican el 64% de los casos de tuberculosis (TB) del país, el 79% de los casos de TB multidrogorresistente y el 70% de los casos de TB extensamente resistente. Asimismo, Lima es la tercera ciudad  con mayor congestión vehicular del mundo, hechos que suman a la vulnerabilidad antes indicada frente al COVID-19.
Bajo este escenario viene transitando la epidemia del coronavirus COVID-19 en Perú, cuyo paso merece una evaluación integral de los hechos, lo que a mi juicio el tratar de uniformizar con medidas únicas en un territorio megadiverso no es una opción, pues basta mirar la historia y conocer las realidades de las cuencas para aterrizar con intervenciones de políticas coordinadas, transectoriales,multidisciplinarias y transfrontera en la región, pues el impulso colectivo puede y debe ayudar a las economías a recuperarse de este evento denominado COVID-19 que tiene aún episodios por discurrir.