Como expresábamos en “Fallas de regulación en cuencas”, históricamente
y como en cada año electoral, en Perú suena más fuerte el tema sobre la
contaminación del río Rímac como fuente de abastecimiento de agua para consumo
humano de la capital de la República Peruana : Lima. El manejo político que se le da a la información de la
contaminación en la cuenca del Rímac, genera picos de inestabilidad económica y
social cada vez que se aproximan los procesos electorales en el país.
Siguiendo este orden de ideas, en esta oportunidad se plantea una eventual privatización del recurso hídrico en la capital de la República ( a 35 días de la próxima contienda electoral regional y municipal), el ejecutivo desliza la posibilidad de llevar a la mayor Empresa prestadora de servicio de saneamiento del país a la bolsa, información que es recogida por el diario El Comercio, en su editorial "Sedapal ya no hará agua" indicando lo siguiente:
"Ha sido valiente el gobierno en anunciar que está
contemplando seriamente poner a la venta en bolsa un porcentaje –hasta el 49%,
según el ministro von Hesse– de Sedapal. Esta empresa, después de todo, es uno
de esos tótems sagrados del muy difundido pensamiento mágico-estatista que
asume que si algo queda en manos del Estado será “de todos” y más barato;
mientras que si está en manos privadas servirá solo a sus propietarios y
beneficiará únicamente a unos pocos privilegiados.
La decisión tiene detrás muy buenos argumentos que el
gobierno debería resaltar para poner en evidencia la hipocresía (o la
desinformación, en los mejores casos) que hay detrás de los defensores de este
tipo de megaempresa estatal de servicios públicos. En Lima y Callao – la
jurisdicción de Sedapal– el agua ni es de todos ni es más barata de lo que de
otra forma (léase con un manejo más eficiente) podría ser. Pese a las décadas
de monopolio que tiene, Sedapal no ha logrado una cobertura total, ni nada que
se le parezca: numerosísimos limeños tienen que comprar el agua a fuentes
informales: por ejemplo, a los camiones-cisterna que son ubicuos en los
sectores marginales de la capital y que cobran por el agua precios hasta 12
veces más altos que los de Sedapal. Es decir, el agua “de todos” no solo no
llega a todos, sino que principalmente no llega a los que tienen menos
recursos.
Podría decirse que esta situación se debe a limitaciones
estructurales y que lo mismo hubiera pasado de estar Sedapal en manos privadas.
Hay evidencia, sin embargo, que hace pensar lo contrario. Por ejemplo, hace 11
años, cuando la compañía que provee de agua potable y alcantarillado a la
ciudad de Santiago (Aguas Andinas), tenía poco tiempo de haber sido
privatizada, ella y Sedapal tenían el mismo número de conexiones. Al menos
hasta hace un año, como lo ha detallado un estudio del IPE, Aguas Andinas tenía
20% más de conexiones que Sedapal, con una cobertura del 100% de la población
de Santiago, agua de calidad y servicio continuo (de los que no puede
enorgullecerse Sedapal). Más aún, el costo operativo por conexión de Sedapal
era 52% mayor al de Aguas Andinas. Y por
si eso fuera poco, Aguas Andinas trata la gran mayoría del agua servida,
mientras que Sedapal arroja la mayor parte de la suya sin tratamiento alguno al
mar.
Luego uno puede tomar los ejemplos de lo sucedido con los
servicios públicos que sí pasaron a manos privadas en el Perú. Por ejemplo en
los 12 años que siguieron a la privatización de los servicios de electricidad y
telefonía de Lima (1994-2006), sus respectivas coberturas aumentaron en 56% y
168%, mientras que sus tarifas no subieron (y más bien sí bajaron un poco). En
el mismo periodo, Sedapal aumentó su cobertura en solo 20%, mientras que subió
sus tarifas en 47%.
Estos números no son cuestión de ideologías. Deberían de
hablar por sí solos. Para decirlo parafraseando a Deng Xiaoping, deberían servir para dejar claro
cuál es el tipo de gato que caza a los ratones (o, para el caso, que trae más
agua, para más personas, a menores costos).
Es cierto que Sedapal exhibe números en azul. Pero llegar a
ellos es más fácil cuando, por ejemplo, los contribuyentes asumen la deuda de
S/.3.000 millones que uno acumuló con Sunat. También es cierto que ha prometido
invertir más de S/.8.000 millones (inyectados por el contribuyente, desde
luego) en el lapso de este gobierno. Pero, más allá de sus buenas intenciones,
es discutible que lo pueda lograr: en el 2012 solo pudo ejecutar S/. 266
millones de los S/.414 con los que disponía en su presupuesto para inversión y
el año pasado solo S/.403 de los S/.783
disponibles.
Dicho todo esto, tampoco queremos sobrefestejar la decisión
del gobierno. No está privatizando Sedapal. Su mayoría y la última palabra
sobre su gestión seguirán siendo estatales. Con lo que no se sabe si en
adelante se regirán para ella las mismas reglas que para las demás – por ejemplo, ¿ le podrán volver a perdonar
una multimillonaria deuda con Sunat?– o no. De hecho, la expectativa de que no
se le apliquen las mismas reglas que a los demás podría ser una de las pocas
razones para que inversionistas privados vean un buen negocio en ser el
minoritario de una empresa cuya mayoría – y, por lo tanto, cuya última palabra
sobre la gestión– aún está en manos del Estado…
Como fuera, llevar Sedapal a la bolsa es un paso adelante. De
esta forma tendrá que estar sometida a todas las exigencias de buen gobierno
corporativo y de transparencia en la información que tienen las empresas que
cotizan (con lo que las decisiones ineficientes y los eventuales actos de
corrupción terminarán más expuestos). Además, podría servir para romper el
tabú: mostrar cómo el agua potable puede ser objeto de intereses privados –como
lo es la misma comida– sin que se acabe el mundo y permitiendo, de hecho, que
este mejore".