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lunes, 1 de junio de 2020

Crisis de mortalidad en el tiempo _ COVID-19

El estudio de las grandes crisis de mortalidad que afectaron a las sociedades del pasado para entender la mortalidad por COVID-19 debe ser transdisciplinario y sustentarse en diversas fuentes que permitan observar el fenómeno desde distintas perspectivas.
La data existente de pandemias pasadas ilustran la sensibilidad e importancia del indicador de fallecidos.

Fallecidos por COVID-19 en Perú

¿Cuántos habitantes había en Perú y cuál fue la cantidad de fallecidos por causa del COVID-19 en el año 2020?. Para responder estas preguntas, podemos usar los últimos datos censales de 2017 (Censos Nacionales 2017_XII de Población_VII de Vivienda_III de comunidades indígenas) y las actas de defunciones del Sistema Informático Nacional de Defunciones. 
La información oficial indica que al primero de Junio del 2020 se produjeron 4634 fallecidos en todo el territorio nacional por causas atribuidas al coronavirus y de ésta cifra, 1786 corresponden a Lima. De otro lado, diversos investigadores y consultoras, indican otras cifras que triplican la precitada cifra. 
El diario Gestión, publica que más de 17,000 decesos por COVID-19 habrían ocurrido entre abril y mayo en Perú 
Lo cierto es que pueden haber diversas estimaciones, pero lo sustantivo es que exista un alineamiento en las cifras a los efectos de afinar tan importante indicador en el país andino-amazónico que permita georeferenciar esta data en zonas en las que haya encontrado los 170,039 casos diagnosticados positivamente de COVID-19.

Necesidad de información oficial confiable

El primero de marzo del 2020 , publiqué en “Información oficial y oportunamente socializada del COVID-19",indicando la necesidad de manejar información oficial confiable y oportunamente socializada sobre los hechos científicos para que se pueda determinar con precisión los riesgos que corre y adoptar precauciones razonables en diversos países del planeta , incluyendo a países de Latinoamérica como es el caso de Perú, para evitar el estrés y ansiedad que producen daños económicos colaterales por el brote epidémico.
Los niveles de riesgo de una mayor morbimortalidad dependerá del lugar en el que vivan las personas o de los lugares a los que haya viajado recientemente. En ese sentido el riesgo de infección es mayor en las zonas donde existan sub registros de las defunciones, como sucede en la periferia de áreas urbanas y zonas dispersas de los ríos en la amazonía.
A modo de ejemplo puedo citar los casos de las localidades de Cabo Pantoja (frontera con Ecuador) ubicada a orillas del río Napo y Santa Rosa de Yavarí, una isla fluvial del río Amazonas , ambas situadas en Loreto – Perú, cuya población infectada con el COVID-19 es transfrontera, dada su proximidad a áreas urbanas infectadas en Ecuador y Brasil respectivamente, pues ambas localidades se encuentran bastante alejadas de la zona caliente de Iquitos y el tránsito comercial vía fluvial a esa zona urbana fue  cortada. 

El Dato

Sólo Lima (Perú)  presenta las defunciones anuales siguientes: 28.608 (2017), 33.317 (2018), 34.875 (2019) y 26.838 (periodo Enero-Mayo del 2020) para el año con presencia del COVID-19 desde el 6 de Marzo. 

domingo, 12 de abril de 2020

Resistir y mantenerse vivos hasta encontrar solución al COVID-19

Ya anteriormente expliqué el hecho que la humanidad entera se encuentra en medio de un ataque en progreso por este enemigo universal, que no distingue fronteras; asimismo indiqué que las enfermedades infecciosas constituyen un problema generado por la degradación ambiental, pues si revisamos las investigaciones sobre los orígenes de las enfermedades infecciosas virales  COVID-19, VIH , Ebola… que afectan a la especie humana, apuntan a la conexión de animales con nichos ecológicos impactados  por la presión demográfica que convierte las zonas rurales en áreas urbanas y megaciudades. Estas últimas son las áreas metropolitanas con más de diez millones de habitantes (New york, Madrid, Lima…) ; en este escenario de transmisión sostenida, debe entenderse claramente que el enemigo invisible está presente allí donde existe el ser humano, haciendo estériles los esfuerzos de distanciamiento social y/o cuarentena, si es que no se cumple con el trabajo solidario de eliminar al enemigo común.
La morbi-mortalidad por COVID-19 en áreas rurales son menores que en megaciudades
Los países del mundo y en Sudamérica por cierto, aspiran salir de esta guerra con la menor cantidad de bajas, ya sea muertos o dañados tras el paso del virus que inficiona la región. Es conocido que los recursos con que cuentan los países no son suficientes para afrontar una demanda instantánea y simultánea de enfermos, hecho que podría hacer colapsar no solamente los servicios de salud, sino de los servicios funerarios, crematorios y colaterales.
A la fecha, Sudamérica en pocos meses supera los cuarenta y ocho mil infectados y se aproxima a dos mil muertos en la región. Esta cifra irá incrementándose en la medida que no se internalice en toda la sociedad latina que la guerra la debemos ganar juntos.
Algunos miran como una solución a los billones de dólares que se vienen invirtiendo en la obtención de la "opción de la vacuna efectiva contra el COVID-19", pero ésta , en el mejor de los casos se podría obtener pasados varios meses, sin perjuicio del tiempo que demoraría en producirse el stock de millones de vacunas para distribuir y "vender" a los países del planeta. Otros piensan que la muerte no va a pasar pues ampliando la cobertura de respiradores artificiales en unidades de cuidados intensivos de los servicios de salud, superarán  al virus.
La respuesta es relativa, toda vez que no se trata de una máscara de oxígeno puesta en la boca mientras el paciente espera el tratamiento pensando porque hizo caso omiso a la cuarentena indicada por las autoridades. El proceso requiere de una entubación que se hace bajo anestesia general a efecto de proporcionar una ventilación invasiva para el COVID-19 , el protocolo a seguir considera días sin moverse, con un tubo enterrado en la boca hasta la tráquea y que le permite la respiración mecánica al ritmo del respirador al que está conectado para oxigenar su organismo. El paciente no puede desarrollar sus actividades normales en forma natural, eso implica que no le es posible hablar, comer, miccionar excretar, ni hacer nada de manera natural. Se contempla un coma inducido con sedantes y analgésicos para evitar la molestia y el dolor que implica  tolerar al tubo durante todo el tiempo que el paciente requiera el respirador artificial. Transcurridos los días en un paciente joven la pérdida de masa muscular es del orden del cuarenta por ciento y el impacto asociado a traumatismos de la boca o de las cuerdas vocales, todo ello sin perjuicio de eventuales daños residuales por fibrosis pulmonar, insuficiencia hepática, encefalitis… dañados pero salen vivos. Sin embargo las posibilidades que puedan resistir este proceso las personas ancianas y/ o debilitadas en su sistema inmunológico por enfermedades preexistentes al COVID-19, son muy escasas.
Por consiguientes, reitero mi expresión que “En tanto no se elimine la causa (COVID-19), seguirá latente el riesgo de infección, motivo por el cual los países deben ser solidarios entre sí para eliminar al enemigo común”.