La zona cero, en la cual se producen la mayor cantidad de muertes focalizadas en Perú, donde el COVID-19 terminó por evidenciar las graves deficiencias ambientales existentes, demandan de la nueva administración Castillo, acciones inmediatas para remediar futuras y potenciales muertes en el país que presenta la mayor cantidad de muertes per cápita por COVID-19 en todo el mundo.
Acumulación de pasivos ambientales
El impase subsistente respecto a la acumulación progresiva de pasivos ambientales municipales e industriales, sumada a los graves problemas de gestión, constituyen un tema importante en la agenda ambiental que se encuentra pendiente por atender.
Para medir la dimensión del impacto ambiental generado, efectuaré una presentación de lo sucedido en las últimas dos décadas que arrastró al país a la catástrofe por contaminantes que permitió desequilibrar la relación armónica del hombre con la naturaleza en territorio peruano.
Se arrojaron inadecuadamente 70 millones de toneladas de residuos municipales a los botaderos a cielo abierto y cuerpos de agua, produciendo contaminación de suelos, agua y aire, éstos últimos por la quema de basura y producto de la descomposición de materia degradable.
La informalidad de las construcciones en gran parte del país, hace que en este lapso no se cuente con información confiable por la autoridad competente, sin embargo se pueden hacer estimaciones de algunas ciudades como en el caso de Lima que generaba para el año dos mil diecisiete 19 mil toneladas de desmontes al día y que más del 70% de estos residuos terminaban "rellenando" espacios como los situados en los pantanos de villa y causes de los ríos Lurín, chillón y Rímac, así como en los acantilados de la costa verde. La falta de escombreras y lugares autorizados para captar residuos de construcción en las ciudades, denotan un fuerte impacto ambiental en la salud. La alta vulnerabilidad de las ciudades ante eventos sísmicos de gran magnitud, como en el caso de Lima, se incrementa ante esta deficiencia ambiental.
La contaminación por aguas municipales e industriales presentan graves deficiencias en el tiempo al afectar la capacidad de resiliencia de los ecosistemas de cuencas situadas en la zona cero. Para tener una idea, en el año 1996 sólo se tenía el dos por ciento ( 2%) de tratamiento de aguas residuales en todo el país. Ya en el año 2005 se incrementó a 9.2% de tratamiento de aguas residuales, registro identificado para Lima; la cual se elevó a 51.25 % en el año 2013 y 79.72 % para el año 2016 al ponerse en funcionamiento dos plantas de tratamiento de aguas residuales en Lima; el resto del país demanda atención en este componente para evitar seguir contaminando los cuerpos de agua.
Se produjo la pérdida de 2,3 millones de hectáreas de bosques, que ocasionaron inundaciones, desertificación y otras externalidades que impactaron en la salud pública, particularmente en la zona identificada como Zero. Es importante anotar que ante la falta de bosques de protección y la acción del cambio climático, la escorrentía pluvial generó erosión de la capa arable de los suelos y otras externalidades que afectaron las partes bajas de las cuencas donde se ubican ciudades densamente pobladas en costa peruana.
La presencia de fenómenos El Niño y La Niña, incrementan el nivel de vulnerabilidad de la zona cero, que sin perjuicio de los eventos extraordinarios sucedidos con el Niño de 1983-84 y 1997-98 , se cuenta con fenómenos débiles y moderados que contribuyen a disturbar la salud pública, en la medida que se presenten lluvias torrenciales, escasez de agua o sequía.
Podría continuar citando otros componentes de origen antropogénico o natural, que comprueban el proceso seguido en el tiempo para que se pueda vencer la capacidad de autopurificación del medio ambiente, lo que generó el estado de catástrofe ambiental en la zona cero, hecho que contribuyó decididamente a que una vez arribado el COVID-19 al país, pueda causar las muertes que produjo en las dimensiones ya conocidas por la comunidad internacional.
En este contexto, a parte de proteger a los defensores ambientales, es necesario incorporar el importante componente de educación ambiental; también medidas oportunas de control, supervisión, fiscalización por parte de las autoridades responsables, así como respuestas de adaptación al cambio climático pues los periodos de retorno de las avenidas y otros eventos cíclicos son susceptibles de agudizar estas zonas duramente golpeadas por acción humana y de la naturaleza, que reclama su espacio afectado por un crecimiento y desarrollo mal entendido.