Ya anteriormente expliqué el hecho que la humanidad entera
se encuentra en medio de un ataque en progreso por este enemigo universal, que
no distingue fronteras; asimismo indiqué que las enfermedades infecciosas constituyen
un problema generado por la degradación ambiental, pues si revisamos las
investigaciones sobre los orígenes de las enfermedades infecciosas virales COVID-19, VIH , Ebola… que afectan a la
especie humana, apuntan a la conexión de
animales con nichos ecológicos impactados por la presión demográfica que convierte las
zonas rurales en áreas urbanas y megaciudades. Estas últimas son las áreas metropolitanas con más
de diez millones de habitantes (New york, Madrid, Lima…) ; en este escenario de transmisión sostenida,
debe entenderse claramente que el enemigo invisible está presente allí donde
existe el ser humano, haciendo estériles los esfuerzos de distanciamiento
social y/o cuarentena, si es que no se cumple con el trabajo solidario de
eliminar al enemigo común.
La morbi-mortalidad por COVID-19 en áreas rurales son menores que en megaciudades |
Los países del mundo y en Sudamérica por cierto, aspiran
salir de esta guerra con la menor cantidad de bajas, ya sea muertos o dañados
tras el paso del virus que inficiona la región. Es conocido que los recursos con que
cuentan los países no son suficientes para afrontar una demanda instantánea y simultánea de enfermos, hecho que podría hacer colapsar no solamente los
servicios de salud, sino de los servicios funerarios, crematorios y
colaterales.
A la fecha, Sudamérica en pocos meses supera los cuarenta y
ocho mil infectados y se aproxima a dos mil muertos en la región. Esta cifra irá incrementándose en la medida que no se internalice en toda la sociedad latina que la guerra la debemos ganar juntos.
Algunos miran como una solución a los billones de dólares que
se vienen invirtiendo en la obtención de la "opción de la vacuna efectiva contra
el COVID-19", pero ésta , en el mejor de los casos se podría obtener pasados varios
meses, sin perjuicio del tiempo que demoraría en producirse el stock de
millones de vacunas para distribuir y "vender" a los países del planeta. Otros piensan que
la muerte no va a pasar pues ampliando la cobertura de respiradores
artificiales en unidades de cuidados intensivos de los servicios de salud, superarán
al virus.
La respuesta es relativa, toda vez que no se trata de una
máscara de oxígeno puesta en la boca mientras el paciente espera el tratamiento
pensando porque hizo caso omiso a la cuarentena indicada por las autoridades.
El proceso requiere de una entubación que se hace bajo anestesia general a efecto
de proporcionar una ventilación invasiva para el COVID-19 , el protocolo a
seguir considera días sin moverse, con un tubo enterrado en la boca hasta la
tráquea y que le permite la respiración mecánica al ritmo del respirador al que
está conectado para oxigenar su organismo. El paciente no puede desarrollar sus
actividades normales en forma natural, eso implica que no le es posible hablar,
comer, miccionar excretar, ni hacer nada de manera natural. Se contempla un
coma inducido con sedantes y analgésicos para evitar la molestia y el dolor que
implica tolerar al tubo durante todo el
tiempo que el paciente requiera el respirador artificial. Transcurridos los días
en un paciente joven la pérdida de masa muscular es del orden del cuarenta por
ciento y el impacto asociado a traumatismos de la boca o de las cuerdas
vocales, todo ello sin perjuicio de eventuales daños residuales por fibrosis
pulmonar, insuficiencia hepática, encefalitis… dañados pero salen vivos. Sin
embargo las posibilidades que puedan resistir este proceso las personas
ancianas y/ o debilitadas en su sistema inmunológico por enfermedades preexistentes al COVID-19, son muy
escasas.
Por consiguientes, reitero mi expresión que “En tanto no se elimine la causa (COVID-19), seguirá latente el riesgo de infección, motivo por el cual los países deben ser solidarios entre sí para eliminar al enemigo común”.