Algunas cifras
Existe la imperiosa necesidad de recuperar los bosques de protección en el país de los incas, considerando que actualmente el 53% del territorio peruano (68 Millones de hectáreas) está compuesto por bosques (húmedo amazónico, seco y andino), presenta esta nueva configuración en razón a que el bosque natural peruano, que hasta hace sesenta (60) años atrás cubría más de 77 millones de hectáreas, al año 2017 cuenta con 68.577.351 hectáreas de bosques, esto equivale a una pérdida del 12% de su extensión original; según cifras oficiales proporcionadas por geobosques del Ministerio del Ambiente del Perú.Si sólo localizáramos la situación del bosque amazónico del lado peruano, identificamos que la extensión original de estos bosques fue de 73.1 millones de hectáreas (antes de la colonización europea alrededor del año 1750) pero ahora solo quedan 67 millones.
La mayor deforestación ocurrió en las últimas dos décadas. Un total de 2 millones de hectáreas de bosques primarios ya no existen en Perú desde el año 2000, según refiere el informe del Proyecto de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP por sus siglas en inglés). Las causas principales: minería ilegal, monocultivos, tala ilegal y construcción de carreteras.
A mayor abundamiento, en el periodo 2001-2017 se perdieron 2.130.122 hectáreas y en la última década de este periodo se perdieron 1.5 millones de hectáreas de bosques nativos. Pero lo que resulta anecdótico ante la tendencia de reforestación mundial, es que en los últimos cinco años (periodo 2013-2017) se encuentren las mayores cifras anuales históricas de pérdida de bosques naturales en Perú : 177566 has. (Año 2014) ,164662 (2016) ,156462 (2015), 155914 (2017).
Vulnerabilidad climática
No debería pues sorprender la calificación que realizan distintas instituciones mundiales respecto a la vulnerabilidad climática en el país de los incas, como es en el caso de Tyndall center de Inglaterra, que coloca al Perú en el tercer lugar de los países más vulnerables del planeta al cambio climático inmediatamente después de Bangladesh y Honduras.Recordemos que la vulnerabilidad climática califica al grado de susceptibilidad de un territorio, que gradualmente varía según su exposición, sensibilidad, resiliencia y capacidad de adaptación al cambio climático.
Un problema de gestión
Es ampliamente conocido que Perú no cubre su propia demanda de productos forestales, siendo un importador neto pese a contar con millones de hectáreas de bosques. Pero este hecho no constituye el problema mas crítico si comparamos con las externalidades que se generan al haberse descuidado los bosques de protección en un país que presenta diversos pisos altitudinales con fuertes pendientes que son claves para el manejo de sus ciento cincuenta y nueve cuencas hidrográficas.Ya expliqué en otros reportes anteriores que la mayor parte de los bosques naturales de la Selva Alta y muchos de los que están en Costa y Sierra no debieron, ni deben ser eliminados pues se encuentran en pendientes muy fuertes, altamente erosionables y porque generan fuentes de agua al captar y acumular el recurso hídrico. Preservarlos y recuperarlos no solo permitiría evitar desastres naturales que afectan vidas e infraestructuras sino que garantiza el abastecimiento de agua de calidad para las ciudades y agricultura de los valles, mantiene estable el caudal y el cauces de los ríos, controla la erosión e impactos por abrasión y, también alberga gran parte de la biodiversidad y del potencial turístico del país.
Pero los bosques de vocación protectora -el término incluye toda la vegetación natural como el caso de la caña brava y bambú- no se restringen a los que cubren las fuertes pendientes andinas. En suma, la función protectora del bosque y de la vegetación natural se extiende asimismo a las riberas de ríos, lagos, lagunas, vasos comunicantes, cabeceras de cuenca,etc. Sin la vegetación protectora, la erosión y sedimentación son galopantes, generando ingentes y millonarias pérdidas económicas y de vidas anualmente al país.
Bosque de protección con caña brava en selva alta peruana |
Escasa prevención en manejo de cuencas
Si tomamos a modo de ejemplo el año 2018; en Enero registramos la información que los gobiernos regionales de Áncash, Piura y Lambayeque, golpeados por El Niño costero del 2017-2018, ejecutaron menos del 70% de su presupuesto contra desastres; siguiendo esta tendencia, cerrando el año 2018 se mantiene la poca ejecución del presupuesto previsto para la reducción de vulnerabilidades y atención de emergencias pues sólo se ejecutó 60.9 % del presupuesto, que dicho en otras palabras, el Estado ha dejado de usar S/. 1.057 millones en prevenir desastres. Según información del diario El Comercio, la ejecución presupuestal en Tumbes (67.8%) , Lambayeque (46.9%) y Piura (38.7%), no lograron cumplir los objetivos previstos para la prevención.
De otro lado se tiene que un total de 317 distritos ubicados en nueve regiones de la
sierra del país presentan un riesgo muy alto de afectación por deslizamientos,
huaicos u otro tipo de movimientos de masa, tras el inicio de lluvias
pronosticadas por el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología. Así lo advirtió el Centro Nacional de Estimación, Prevención Reducción del Riesgo de Desastres. De acuerdo al escenario de riesgos emitido por esa
institución, el departamento de Áncash comprende 74 distritos en esa situación de riesgo, seguido de Cajamarca (68), La Libertad (50), Huancavelica (40),
Huánuco (34), entre otras.
En estricto, las zonas identificadas como altamente vulnerables, coinciden con las áreas deforestadas donde se afectaron los bosques de protección en Perú; demandando su atención con el mejoramiento de la calidad del gasto en los presupuestos públicos.
Agenda pendiente
Perú ha suscrito la iniciativa global que busca estimular la concientización y el compromiso de la rehabilitación de los ecosistemas boscosos para crear un enlace entre la mitigación, la adaptación basada en el uso de la tierra, y las iniciativas piloto que se desarrollan en siete países, ello implica el compromiso de restaurar 3,2 millones de hectáreas de tierras degradadas hasta el año 2020, a través de plantaciones productivas y recuperación de las funciones ecosistémicas.